Pizza en el altar de muertos.
Veo la imagen de un altar de día de muertos con una pizza y un refresco de cola. Imagino de inmediato, para borrar lo que desencaja en el pensamiento por grotesco, los altares coloridos, con frutas, con fotografías, sal, flores, velas, papel picado, copal, pan de muerto, que ofrendamos en los días de muertos.
La imagen con la pizza la describe Pedro Uc sobre algunos altares que ha visto en comunidades mayas, una escena narrada en su más reciente libro: Resistencia del territorio maya frente al despojo editado por el Ceccam y acompañado de las hermosas fotos de Haizel de la Cruz.
“Son comunidades que abandonan la milpa, la medicina maya, la lengua maya, la memoria de los abuelos, la celebración de los primeros frutos de la milpa, las tortillas a mano, el fogón de la abuela y sobre todo el amor a la tierra que dejó de ser para ellos una madre para convertirse en un recurso económico a ceder por unos centavos a las empresas desarrollistas que han logrado integrar al indio a la civilización del consumismo conspicuo, al clientelismo político, a la mano de obra barata en los restaurantes y hoteles construidos en torno a las zonas arqueológicas, cenotes, lagunas que en otros tiempos fueron propiedad comunal de abuelos que hoy les ofrecen sobre el altar coca cola y pizza en el día de los muertos”, describe.
El escritor y activista maya encauza a través de la comida, de los rituales y lo espiritual, de la memoria, la lengua y los mitos, un modo de explicar y reflexionar sobre el despojo actual y los megaproyectos que viven las comunidades mayas del sur peninsular.
Enlista una serie de actividades que tienen que ver con la preparación de los rituales, la cual es colectiva y tiene que ver con la transmisión y actualización de la memoria oral a la hora de cocinar y, la misma leña que utilizan para preparar la comida es parte de la ceremonia. “Un gran tejido de seres entre humanos y no humanos que preparan una celebración”.
Pedro explora los espacios para preparar la comida, la siembra para obtenerla, las imágenes de los alimentos desde que los siembran hasta que los transforman en deliciosas recetas mayas o en metáforas. Con el concepto de “espaguetización” muestra un punto de quiebre para entender el despojo, la colonización, la invasión. Resalta la importancia de mirar lo que otros dejaron de mirar o nunca conocieron aun siendo mayas.
Pedro Uc hace un juego espacial y temporal en la narración y logra empatar los presentes en los asuntos más cotidianos de los pueblos mayas. Su libro son grietas en el pensamiento de cómo percibimos la realidad y cómo la vivimos desde lo más esencial.
Invita a los giros del pensamiento con descripciones de cosas comunes, como una fruta: “La comunidad maya, a partir de la invasión, es como una fruta que ha sido sometida a la industrialización”. Enuncia de manera rítmica, colorida, imaginativa, lo que el pueblo ha rechazado de lo propio que lleva a la pizzatización del paladar maya por la fuerza del mercado o la colonización.
“Al día de hoy nuestros ritos están siendo banalizados y trivializados por el folclorismo de los falsos profetas del capitalismo neoliberal a nivel comercial y político”. De acuerdo con la apreciación de Uc, “la comunidad maya cada día pierde sus guisos y bebidas o su cocina frente a la globalización”. Eso explica la imagen de una pizza en el altar de día de muertos.
Al uniformar, al hacer del planeta una sola pieza, un solo color, un solo sonido, un solo valor; y como bien describe, un solo sabor, no se pueden hacer intercambios, remarca Uc. El poder homogeneizador convierte en folclor lo que deja de ser parte de la cotidianidad de un pueblo y lo hace para satisfacer y, eso sucede con el turismo y la comida maya, asegura.
Pedro Uc nos deja ver que las comunidades mayas tienen la premisa de que un pueblo vivo no sólo consume sino produce sus propios alimentos y para hacerlo también se basan en los intercambios de semillas.
En sus poemas y narraciones da cuenta del modo en que la propia cultura maya se encuentra en lo diverso, en las diferentes formas de existencias, en la convivencia de conciencias y universos que se enriquecen mutuamente con los intercambios.
Habla de que la tierra está enferma, como nosotros. Usa la figura de diversos animales en un huerto como metáforas para hablar de la catástrofe que vivimos. Denuncia en hermosas imágenes que la monetización es un modo de limitar la libertad y que ahora hablamos hasta de la monetización de los sueños.
Y los megaproyectos en territorio maya son parte de esa catástrofe.
“La colonización saquea el oro y la plata desde el principio, luego las maderas, la resina, los frutos, el agua, las piedras; finalmente legisla a su nombre la propiedad de la tierra. Pero no es todo, hay mucha riqueza aún para apropiarse, está la memoria, los símbolos, los saberes, el tejido de los colores, los sonidos de la lengua maya, las imágenes y el espúreo rito de los ritos”. Y añade: “El rito que emerge en la Península de los megaproyectos desarrollistas es el de la frivolidad”.
Tren maya, monocultivo de soya, aerogeneradores eólicos, turismo, fábricas de puercos, de pollos, agroquímicos, transgénicos, apicidio, contaminación del agua, y advierte:
“Lo cierto es que sobre la comunidad está tendida la sábana de la oscuridad que se puede nombrar como desinformación, manipulación, abuso, mentira, división, egoísmo, individualismo, consumismo y muchos otros ismos que preparan esta ‘masa’ para tomar el territorio por asalto y convertirlo en su campo desarrollista a través de sus megaproyectos que le llaman ‘riviera maya y tren maya’, entre otros”.
En esa catástrofe es donde la palabra y pensamiento maya adquiere relevancia en el intercambio y la memoria pensando en el futuro.
En el tema de la alimentación, nos guía a pensar hasta lo más profundo de la existencia, equiparado a lo que crece, cómo crece y nos lo comemos después, así después visto como un pueblo indígena que vive:
“Nosotros pensamos que un pueblo es como un cuerpo vivo, está en constante cambio como una fruta que va madurando cada día, tiene una naturaleza que ayuda a ser mejor cada día, el calor, el frío, el tiempo, la luz, la oscuridad, el sonido y toda la realidad que lo rodea lo hace ser mejor cada vez, entonces la comunidad viva tiene en su propio ritmo su maduración”.
Reta a la academia y deja ver que su propia cultura tiene una filosofía muy particular relacionada con la tierra, “la materia de nuestra formación de vida; filosófica creo le llamarían esos mayistas que nos estudian.” Asegura que en las huellas de los propios mitos mayas llamados tsikbe’en siguen existiendo los seres que dan inicio a las narraciones equivalentes al alma de las comunidades mayas. Los altares de cierto modo les comunica con ellos.
Habla de cómo para los mayas el mito no es un saber menor: “nuestros abuelos le dicen úuchben tsikbal o tsikbe’en, algo así como historias o vivencias de un granero donde levantan el conocimiento de nuestra comunidad”.
Pedro da cuenta de cómo hay una urgencia para que los textos de quienes han escrito en la lengua maya lleguen a las comunidades, guarden la memoria y las palabras de sus abuelos y no sean motivo de una cosa elitista de nuevos escritores.
“Las letras son representantes del pensamiento y del corazón, son figuras que comunican nuestra identidad”.
De la voluntad de salir de la enajenación y dependencia que provocan la política partidista, las leyes mexicanas o programas sociales de gobierno, nació la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal, describe Pedro. Un espacio de intercambio, en torno a un altar, ponen en el petate la palabra que traen en el morral, cuenta, traen calabazo para compartir el alimento y los dolores que provocan los megaproyectos en sus comunidades.
La asamblea ha tomado fuerza, apenas este mes hicieron observaciones y rechazaron las propuestas que expiden la Ley Federal Apícola y la Iniciativa de la Ley General de Protección Apícola.
“Es importante seguir con cuidado el tejido de todos los seres vivos y no vivos en una realidad que quizá se le pueda llamar naturaleza o creación de la vida, comenzando por los compromisos de colaboración y participación en una actividad muy importante que se hace cada año fundada en una creencia, en un saber y en una renovación de la vida comunitaria con los vivos y muertos pero también con los Yuumtsil, protectores o guardianes de la vida entre los que destacan K’áax, Cháak, e Iik’ aunque el J Meen invoca a todos los que habitan la luz de arriba y los que habitan la oscuridad de abajo”.
*Pedro Uc es maya nacido en la comunidad de Buctzotz, Yucatán. Es poeta, educador, teólogo, traductor de la Biblia y organizador popular. Tiene tres premios de poesía y uno de narrativa. Activista, integrante del Congreso Nacional Indígena y de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal.
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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