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La poesía maya, resguardo de la memoria.




La poesía maya, resguardo de la memoria


La vinculación de las comunidades originarias del pueblo maya con la tierra, con la lluvia, con el monte, con el agua y con el maíz, nos permitieron crear ciertas perspectivas, creencias, pensamientos, emociones y comportamientos; al entretejerse, perfila nuestra identidad en la que se configura nuestro rostro maya, aunque todavía está viva y clara, a día de hoy está lamentablemente muy deteriorada.


La cosecha de maíz, carne y sangre de la mujer y el hombre maya, nos permitió soñar, creer, crear un lenguaje y una lengua singular que nos permite comunicarnos con el óol de ese fruto, descubrimos que no es un simple cereal como le llama occidente, es una fuerza, es una energía, es un aliento que habita en un grano, no en vano le llamamos i’inaj a la semilla, (según mis conjeturas lingüísticas es la contracción de iik’naj) que viene de los vocablos iik’+naj que significa casa del viento, de la energía, del óol.


Este maíz nos reveló la existencia de otros seres desconocidos por la ciencia occidental, pero atestiguada por algunas miradas de niñas, niños, mujeres y hombres originarios de las comunidades mayas, por la experiencia de la vinculación con las actividades en ese espacio que llamamos kool; podría traducirse como rescatar, salvar, proteger y no milpa como se le conoce a día de hoy, al parecer, es un término de origen taíno.

La comunidad, fundada en su experiencia, decidió llamarles Yuumtsilo’ob, sería como padre de todos, o creador, por ser el proveedor de lo que es, o más bien, de quien es; Yuum Cháak es proveedor de la lluvia, Yuum K’áax es proveedor del monte y del maíz y Yuum iik’ es proveedor del viento y de la energía, así con muchos otros con quienes se trabaja colaborativamente, o más bien, comunitariamente. En virtud a su naturaleza familiar, se celebran comidas con los integrantes de la comunidad que se conocen como bankunaj, la colonia les llama ritos agrícolas.


En estas celebraciones, el ka’anche’ en la que se presenta las comidas, ofrenda le llaman cristianamente, se llena de alimentos pero, hay además un alimento que es intangible, es la palabra, no es cualquier palabra, es sujuyt’aan, es palabra en clave hermenéutica, es canto, es voz del siipkuuts, eso es lo que el Ajk’iin pronuncia en su voz y pone sobre el ka’anche’ como parte de los alimentos. A eso le llamamos poesía celebrante, pero también denunciante de la colonización.


El ik’ilt’aan no es una copia de la poesía occidental, ni en su forma ni en su contenido, el ik’ilt’aan nace de un ka’anche’ lleno de alimentos, el principal alimento es esta palabra, es un tsikbal con seres que se hacen presentes en torno a este mundo poetizado. La marca que deja en la memoria de cada niña, de cada niño que participa en este acto, no solo confirma un hecho con mayor fuerza, sino la continuidad de un sendero, la identidad.


El ik’ilt’aan o poesía maya está situada, nace en un territorio que no es lo mismo que tierra, sino ese espacio físico que llamamos k lu’umil , aquello que nos permite vivir como vivos y vivir como muertos en este rincón del mundo, es nuestro territorio; tiene su cielo, su tiempo, sus lluvias, su sol, sus sonidos, sus colores, su monte, sus piedras, sus aguas, sus pájaros, sus animales, sus noches, sus silencios, sus flores, sus frutos, y por su puesto su lengua, todo lo que nos permite encontrarnos con la vida y su plenitud, forma parte de nuestro territorio.


El ik’ilt’aan no puede existir sin ese espacio, sin esas expresiones del sonido, de los colores, de las formas, de las luces, de las sombras, de sus amores, de sus dolores, de sus alegrías y tristezas, pero sobre todo de su maíz. Así nació el ik’ilt’aan en el corazón del Ajk’iin que recogió lo que pudo escuchar, lo que pudo ver, lo que pudo sentir en su óol; así lo comparte como palabra en clave, como sonido musical, como vientos concatenados de energía limpia.

Pero la noche llegó hace un poco más de quinientos años y el suyuat’aan fue perseguido, quemado, ahorcado y satanizado por la verdad de las armas de fuego en un auto de fe que se multiplicó en la Península, algunos retazos aparecieron más tarde con el nombre de códices del continente invasor, otros se recogieron con grafías castellanas, las conocemos hoy como Chilam Báalam y Popol Vuj, pero el silencio ha sido largo en una oscuridad espesa en la que personajes como Jacinto Kan Ek’ y Cecilio Chi’ reivindicaron esta palabra, esta oración, esta convocatoria, este viento que llamamos óol por ser o tener personalidad, no son unas estrofas con rima y métrica, son energías que tocan nuestra sensibilidad, por eso dice un Yuum de la palabra maya lo siguiente: “mayat’aane’ yaan u yiik’, yaan u kuuch, yaan u muuk’, yaan u yóol, yaan u k’i’inam, yaan u siip, yaan u muut”. Todo lo anterior para advertir la característica de la poesía maya.


A los que fuimos amamantados con esta leche, es imposible para nosotros desconectarnos con el territorio, no podemos dejar de llorar y sufrir cuando es atacado y descalificado por el desarrollismo que afirma categóricamente que nuestro territorio y sus tierras son ociosas porque no se ve en ella un parque solar o eólico, no se ve en ella un monocultivo de soya de cinco mil hectáreas, no se ve en ella una granja de cerdos con cien mil cerdos contaminando los cenotes, no se ve en ella cientos de hoteles y restaurantes turísticos que narcotizan el medio ambiente y no se ve en ella un tren que trafica amenaza, persecución, inseguridad y muerte.


Nuestro ik’ilt’aan no encuentra lo ocioso en nuestro territorio, da cuenta de sus coloridas flores que producen miel, registra la incansable labor de las abejas que desde muy temprano recogen la miel, cuenta las miles de mariposas que van hacia el sur en busca de la lluvia, mira cómo los árboles crecen para proveernos las maderas para nuestras casas, escucha cómo la milpa crece hasta que la mazorca alcanza el color de su madurez, se comunica con los Yuumtsil, como Yuum Cháak, Yuum K’áax y Yuum iik’. Ha sido suficiente para resistir quinientos años de invasión de derechas e izquierdas colonizadoras que se apropian de nuestra palabra, de nuestras voces, de nuestros colores, de nuestra lengua, pero sobre todo de nuestra poesía que a día de hoy no han logrado apagar.


El ik’ilt’aan no es una construcción individual, ni solamente voz humana, es una armonía onomatopéyica, es una palabra colectiva de pájaros, de animales, de lluvias, de vientos de silencios nocturnos, de emociones contenidas y del sonido de los muertos. Ha nacido y sigue naciendo en las asambleas comunitarias donde los niños, las niñas, las mujeres en complicidad con todos los que somos hijas e hijos de Yuumtsil tejemos esa palabra no solo para ser disfrutada por el intelecto y por nuestras emociones sino para hacer más fuerte nuestra armonía con las plantas, con el viento y con la lluvia, es decir con Yuum K’áax, Yuum iik’ y Yuum Cháak.


Quienes formamos parte de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal nos convocamos para conformarnos en una pequeña montaña de voces, de sonidos, de angustias, de dolores pero, también de amores y esperanzas, en torno a esta voz: “La tierra no se vende ni se renta”, como primera mojonera de esta milpa, en la que fuimos surcando el espacio de nuestros pasos, de nuestra lengua, de nuestro maíz, de nuestras aguas que guardan los cenotes y las lagunas.


En esta montaña o pu’uk-si’k’-k’al hicimos de nuestra palabra una sola voz, de nuestro ik’ilt’aan, una denuncia del desarrollo que atenta en contra de la vitalidad de nuestro territorio y de nuestro tejido; pero también una esperanza de vida para nuestro territorio.


El ik’ilt’aan promueve no solo la estética de sus sonidos, sino la sensibilidad hacia la tierra, el clima, el medio ambiente, la comunitariedad, la convivencia, la fiesta; esto es lo que yace amenazado por los llamados megaproyectos, el canto de nuestro hermano ruiseñor nos lo cambian con el latigante ruido de un extraño tren, el aroma de nuestras flores lo transforman en fetidez de los desechos de una granja de cerdos, la sombra de nuestros árboles lo suplantan por kilómetros de celdas solares, nuestro intercambio de semillas de la milpa lo transforman en distribución de drogas, nuestra tranquilidad comunitaria la convierten en espacios de terror; contra esta lamentable e irresponsable realidad promovida desde los poderes oficiales y de facto se ha levantado nuestra montaña de voces, de palabras en lengua originaria para responder con ik’ilt’aan, con poesía maya.


Nuestra palabra originaria que brota de la tierra como plantas de maíz recién sembrados, crece con el color verde de Yuum K’áax, promete espigar como una xnuk nal, la semilla más resistente a las sequías, anuncia su intención de polinizar con eficacia su entorno y parece que logrará dar las mejores mazorcas para la celebración del bankunaj. No sabemos si será suficiente para contener el doloroso ruido y la descompuesta lengua mañanera del poder que camina en sentido contrario al arte y a la espiritualidad, sin embargo, la poesía maya lleva más de quinientos años abriendo grietas sobre cemento sólido y seguramente le será posible hacerlo sobre los rieles de un espurio tren.


Nuestra palabra, nuestra voz, nuestro ik’ilt’aan, no ha encajado en los cánones de la justicia colonial, la acusan de carecer de interés jurídico y legítimo, no ha encajado en el derecho positivo colonial, la ubican como entidad de interés público en vez de ser reconocida como sujeto de derecho, no ha encajado en lo político colonial, sólo se le usa como recurso electoral, es más, no ha encajado en el canon literario colonial, la acusan de no ser poesía, pero donde ha encajado con buena armonía, es en la milpa donde brota como maíz recién sembrado.


 

Glosario:


Ajk’iin: Oficiante de celebraciones rituales prehisánicas.

Bankunaj: Rito, ofrenda.

Chilam Báalam: Persona de mucho conocimiento.

I’inaj. iik’naj: Semilla.

Ik’ilt’aan: Palabra de viento. Poesía.

K lu’umil: Nuestro territorio.

Ka’anche’: Altar que representa el planeta por su forma circular.

Kool: Milpa. Rescate.

Múuch’ Xíinbal: Caminar juntos.

Óol: Aliento, vitalidad, vida, ánimo.

Popol Vuj: Libro Maya Quiche.

Pu’uk-si’k’-k’al: Corazón, boca del estómago.

Siipkuuts: Pavo silvestre energético.

Sujuyt’aan: Palabra en clave.

Tsikbal: Diálogo.

Xnuk nal: Tipo se semilla de maíz.

Yuum Cháak: Padre/madre creadores de la lluvia.

Yuum iik’: Padre/madre creadores del viento.

Yuum K’áax: Padre/madre creadores del monte y el maíz.

Yuumtsilo’ob: Padres/madres credores.


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