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La visión maya: La nueva casta divina ataca


El problema del Tren Maya, explica el indígena maya Pedro Uc Be, es que este megaproyecto no tiene respaldo en ningún documento acabado, y ello plantea efectos prácticos, pues “¿cómo te amparas contra algo que no existe?”

Desde el arranque del megaproyecto, afirma, hubo una “enorme confusión” en torno a la información que circuló, y añade: “No creo que sea casual. Creo que hay una estrategia del mismo gobierno de confundir a la gente: un día dice una cosa, otro día la niega, otro día dice otra cosa… y esta confusión que priva sobre los pueblos ni siquiera nos ha permitido saber, bien a bien, hacia dónde se dirige esto.

“Yo no conozco un proyecto acabado sobre el tren, porque creo que no lo hay, y si lo hay no sé dónde lo tengan puesto (…) Creo que es un proyecto que está visto como un negocio, como cualquier otro negocio de las grandes empresas. No logramos ver otra cosa, porque objetivamente no hay. Y creo que es parte de la estrategia, el no mostrar”, opina el fundador de la Asamblea Múuch’ Xíinbal.

Esta agrupación nació en enero de 2018 para resistir –con amparos, entre otros recursos– contra los megaproyectos y el acaparamiento de tierras en la península, y a base de ir a las comunidades para informar a la gente, “porque si bien es cierto que hay pobres en los pueblos, la pobreza económica no es lo peor: la pobreza mayor que existe en los pueblos es la falta de información”, opina.

Pedro Uc Be, defensor del territorio. Foto: Alejandro Saldívar

Uc rechaza que sea un “activista”, pero la acción social moldeó su vida: hace tres décadas la Iglesia católica lo expulsó por su trabajo con los pueblos indígenas de la península, influido por la Teología de la Liberación. Y hace cuatro años la escuela de Ticul en la que trabajaba lo corrió después de que cerrara el recinto y llevara los alumnos a una manifestación por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

El miércoles 4 recibió al reportero en su casa, en el municipio yucateco de Buctzotz; 12 días después recibió por Whatsapp el siguiente mensaje:

“Ya nos tienes hasta la madre, vete a la verga en 48 horas o te matamos ati y a tu vieja junto con los cerdos de tus honorarios hijos (…) ya vas a dejar de mamar o tu gente se muere, estás afectando a mucha gente local con tus mamadas y tu defensa del territorio, es solo inventó para agarrar Baro por nada. 48 horas” (sic).

En una larga plática, en la que a veces se exalta, Uc explica su rechazo al Tren Maya y a las “asambleas informativas” que el gobierno federal organizó en la península los pasados 29 y 30 de noviembre:

“Aquí en Buctzotz no tienes derecho a enfermarte los sábados y domingos y después de las tres de la tarde porque cierran el hospital, en un pueblo de 15 mil habitantes; las escuelas están preocupadas por el carnaval y por ese tipo de pendejadas, pero no para que los niños piensen; las viviendas que construyen están más angostas que las celdas de los penales. ¿De qué desarrollo estamos hablando? Estas son las necesidades, pero ellos vienen a hablar de un tren.

“¡Ningún maya solicitó el tren! Es una situación ajena a nosotros, y desconocemos de dónde viene la pasión que tiene el presidente de imponerlo a los pueblos mayas.

“Parece que el maya es una divisa bastante codiciable, porque bueno, tenemos una Riviera Maya que de maya no tiene nada; tenemos una línea de camiones que es Maya, que no tiene nada de maya; tenemos un periódico que se llama La Jornada Maya, que tampoco tiene nada de maya. Y ahora tenemos un Tren Maya que tampoco tiene nada maya.”

“Es una burla”

En los últimos cinco años, Uc se movilizó contra la entrada de Monsanto en la región, los parques eólicos y fotovoltaicos, así como las megagranjas de cerdos y pollos; ganó amparos contra el Acuerdo por la Sustentabilidad de la Península (ASPI) y contra la extensión de un parque eólico en un terreno de Emilio Gamboa Patrón en Tizimín, entre otros.

“Las empresas llegaban a sus pueblos, les asentaban una mochila de dinero y les decían ‘bueno, este dinero es para ustedes, si nos prestan su tierra, queremos cultivar y crear empleo para ustedes’. Y como la mayoría de la gente no sabe leer, no sabe escribir ni domina el español, aceptaba este dinero y firmaba papeles en blanco, que se convertían en contratos de usufructo en donde rentaba su tierra por 30 años más 10, y según la ley de Energía que hizo Peña Nieto, se podía extender hasta dos veces; estamos hablando de 90 a 120 años. Finalmente es un mecanismo de despojo.”

El "no" al megaproyecto. Foto: Alejandro Saldívar

Pedro Uc critica el proceso de consulta que anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador el pasado 15 de noviembre: “La consulta se tiene que hacer previa, ¿no? Libre, informada, culturalmente adecuada, de buena fe. ¿Cuál de estas cinco condiciones se ha cumplido? Ninguna”.

Además, estima que “las asambleas informativas no informan; son una burla… Lo que hay de información no es del proyecto sino es la propaganda. ¿Entonces cómo calificas si hay beneficio o no? No se puede calificar. ¿Cómo resistirle? Está complicado. La propaganda es propaganda, no te puedes amparar contra ella.

“¿Qué es lo que dicen? Las mismas cosas generales y empaquetadas son las que nos vienen diciendo: que va a haber empleos, que vamos a tener mejores oportunidades, derrama económica. Esto lo han dicho en años. ¿Cómo vamos a estar seguros si no hay un proyecto concreto? Si de verdad quieren que nosotros nos veamos beneficiados, que nos digan cómo”, plantea.

“Cuando AMLO dice “que levanten la mano quién está a favor del Tren Maya”, pues todo mundo levanta la mano. Claro, además se siente que quiere un favor, que cuando ve la presencia del presidente le va a dar una ayuda, un favor. No va a ir a decir: no quiero.

“Es manipulación, y es lo que nos indigna: los sexenios de Calderón, los sexenios de Fox y de Peña Nieto, son prácticas que se establecieron y que en este gobierno se siguen haciendo. Mucha gente nos critica, dicen: ‘¿Por qué no lo dijeron en sexenios pasados?’. Les decimos ‘Nuestra lucha es de 500 años, no es de ahorita’.

“Es más: nosotros no estamos en contra de AMLO, estamos en contra de este proyecto. No estamos de acuerdo con este proyecto. No estamos descalificando al gobierno, no pedimos que renuncie o que se vaya, no estamos diciendo esto; nosotros decimos que este proyecto, señor, no nos sirve, no nos gusta, o por lo menos, no está discutido con las comunidades”, precisa.

Narra que, recientemente, la agrupación realizó un foro llamado “Debatren” en Bacalar. “Nos reunimos a nivel peninsular, llegó hasta un representante del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) y nos dijo: ‘Queremos cambiarles de rostro de los mayas. Le dijimos: ‘¿Quién te dijo que queríamos cambiar de rostro? A nosotros nos gusta ser así. ¿Quién les pidió a ustedes eso?’”, rememora.

Asamblea informativa sobre el Tren Maya en Cobá, Quintana Roo. Foto: Alejandro Saldívar

“Mayas domesticados”

“Escuchar del tren nos lleva a la historia: nos lleva a pensar en el tren porfirista”, sostiene Uc. Relata que el Ejército se llevó a su bisabuelo para construir las vías del ferrocarril que uniría Mérida a Peto, con el objetivo de enviar soldados a esta zona y aplastar el último reducto de resistencia maya de la guerra de castas.

Ante las horribles condiciones del trabajo forzado, su bisabuelo desertó de las obras, regresó caminando a Buctzotz y “vendió su vida” a un hacendado de la región, donde vivió “con la seguridad de que iba a ser esclavo, estaría con su esposa y con su hijo. Cuando hablamos de tren esa es la historia que viene a la memoria”.

Posteriormente, prosigue Uc, el gobernador Miguel Barbachano –cuyos descendientes controlan actualmente el sitio arqueológico de Chichen Itzá– lanzó los militares a exterminar a los “indios rebeldes” o a venderlos como esclavos en Cuba.

Tixpéhual, Yucatán. Herencia colonial. Foto: Alejandro Saldívar

Uc resalta que los empresarios que controlan la economía y la política de la Península son los descendientes de la llamada Casta Divina, ahora con “ingredientes libaneses”.

“Los mayas que nos quedamos y que sobrevivimos somos los mayas domesticados de las haciendas. Me da vergüenza decirlo. Es más: los patrones nos sacaron para combatir a los hermanos que venían a liberarnos. Entonces los mayas que nos quedamos, sobre todo en esta zona norte de Yucatán, pues somos mayas domesticados, acasillados, y hasta el día de hoy no nos hemos podido levantar, no hemos podido recuperar la memoria y la dignidad”, deplora.

Y reflexiona: “Si te das cuenta, la mayoría de los mayas está aplaudiendo el tren, y los que de repente aparecen como líderes están esperando un favor del gobierno federal, por esto está la gubernatura indígena y los famosos bastones de mando, que son una reverenda porquería, porque no tienen nada que ver con la dignidad de los pueblos mayas.

“Entonces es muy fácil para un gobierno, como es López Obrador, decir ‘los pueblos mayas están a favor de nosotros’. No es cierto: la cosa es que hay un aplastamiento histórico de la guerra de castas que no nos ha permitido levantar y reaccionar, como algunos estamos empezando a hacerlo el día de hoy; que corremos el gran riesgo de que nos vuelvan a aplastar.”

Asevera que “llevamos un proceso de desinformación de por lo menos 100 años; la gente en las comunidades ha estado abandonada. No hay información y la televisión llegó a ocupar ese vacío, llenó de basura la cabeza de la gente de los pueblos, que sabe de lucha de libre, de box, de futbol, de otros deportes, pero no sobre sus derechos”.

Toma como ejemplo la educación en las comunidades: “Son escuelas técnicas, donde eliminaron materias para pensar: no hay sociología, antropología, filosofía, historia, metodología, lógica. ¿Para qué? Para que formen a un obrero barato, profesional; para que este obrero se vaya a Cancún a arreglar la instalación eléctrica, los baños, las cuestiones técnicas. Le enseñan a obedecer y le enseñan inglés para que puedan entender la instrucción que reciba en inglés. Pero no a pensar. Ésa es la desgracia que tenemos”.

Promesas añejas

Pedro Uc recuerda que la idea de un tren peninsular resurgió en 2007. El “tren bala” que promovió la gobernadora priista Yvonne Ortega planteaba unir Chichén Itzá y Cancún, pero el sector empresarial emitió dudas sobre su rentabilidad y el proyecto no prosperó.

En cambio, considera Uc, al Tren Maya los empresarios “sí le encuentran viabilidad, cuando se piensa en la posibilidad de que en cada una de las estaciones se hiciera una ciudad de 50 mil personas”. Estas ciudades nuevas, o “polos de desarrollo”, son un elemento central en el proyecto.

El gobierno federal afirma que el proyecto obtendrá sus ingresos del transporte de carga y del turismo, lo que le permitirá ofrecer un costo preferencial a los habitantes de la península; además, promete que el proyecto traerá empleos en la región gracias a los “polos de desarrollo”. Pero Uc objeta esos argumentos.

“El asunto de carga es muy sencillo: ¿cuánta carga producimos los campesinos? ¿Quién tiene la carga? Los empresarios son los que traen cemento; nosotros no lo producimos. La carga la tienen los supermercados; no tenemos supermercado. La tiene el que produce miles de toneladas de soya; el que produce cochinos necesita una gran cantidad de soya para alimentar a sus cochinos, y necesita un tren también para transportar su carne”, dice Uc.

Además, añade, “¿adónde van a ir los turistas? ¿Van a venir a Buctzotz? No, se van a ir a Cancún, y Cancún está controlado por las empresas. Chichén Itzá está controlado también por las empresas. Es más: los compañeros que medio hacen artesanía allá los están tirando por el control de las empresas. ¿Entonces se van a ir a Calakmul? Está en control también de las empresas”.

Cobá, Q. Roo. Economía precaria. Foto: Alejandro Saldívar

Respecto al transporte local, Uc tampoco ve cómo beneficiaría a las comunidades mayas. Observa que en esa región el pueblo realiza en general trayectos cortos, “por ejemplo, de Buctzotz se tiene que mover a Tizimín, a Izamal, a Tzilan, a Motul. No está en el plan del tren hacer esto. ¿Adónde vamos a ir? Vamos a viajar una vez para ir a Cancún a lavar los baños. O vamos a ir de turistas, pero ¿de dónde vamos a sacar el dinero?”.

También duda que las comunidades indígenas tengan la oportunidad de vender sus productos en los “polos de desarrollo”.

Explica: “Ahí está justamente la trampa: en decir las cosas en lo general pero no en lo particular. ¿Qué cosas vamos a vender? ¿Hay un registro de cosas que se producen, tiene claro el gobierno qué producimos y qué podemos vender, y a quién lo vamos a vender? No existe esto. Otra cosa: ¿cuánto tiempo nos van a dar para vender, si es que tenemos algo para vender? ¿Y cuánto tiempo le van a dar a la empresa para que controle, que monopolice estos artículos de venta? No vayamos lejos: en Chichen Itzá, 90% de lo que se vende es de las empresas, no de la gente local”.

En resumen, apunta: “¿Por qué tenemos que creer en lo que nos dicen ahora si nos han dicho lo mismo durante muchos años?”.

Al preguntarle cómo puede salir la nación maya de esa situación, comenta:

“Tenemos la poesía y la literatura. Tenemos que decirle al mundo muchas cosas, que tenemos estos valores, que creemos en nuestra lengua y cultura, y que es útil también para la humanidad. Además, hemos creado la Asamblea de Defensores del Territorio Maya. Es un camino que hemos encontrado como comunidades para informarnos, para asumir la vía legal, asumir una interlocución con quienes tiene que ser. Tenemos nuestros pensamientos y argumentos para defender esta forma de vida. Creemos que es un derecho natural y lo vamos a mantener hasta el fin”.

La reproducción de una pirámide en la carretera Cobá-Tulúm, Quintana Roo. Foto: Alejandro Saldívar

Fotos: Alejandro Saldívar

Fragmento del Reportaje TREN MAYA, la obstinación. Revista Proceso.


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