LOS VAGONES DEL TREN
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
Miré hacia el fondo de las vías, junto con otros hombres, mujeres y niños jubilosos, esperan con ansias el arribo del tren en este espacio llamado la plancha, por muchos años baldío; todas y todos agitan sus banderitas mexicanas como de por sí hacen cuando celebran en el mundial el partido número cuatro de la selección Mexicana de fútbol; aunque saben que van a perder, el ánimo está desbordado de celebración.
Finalmente aparece frente a nuestros ojos incrédulos, un monstruo con nariz de avión presidencial, se desliza como un chimes con ventanas; en su frente se lee en letras relampagueantes, primero los pobres; se acomoda en su estación para que los placeres de pasajeros y espectadores se abracen. Cientos de teléfonos celulares filman este arribo histórico de la reluciente corona de la 4T que se posa triunfante como el ejército Trigarante sobre un sureste olvidado.
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
Del primer vagón, el de primera clase, el de lujo; descienden pisando nuestro suelo, cuerpos blancos y esbeltos de generosa altura, el pelo largo les cae sobre la frente como la lluvia de verano, con pantalones cortos y camisas sin mangas, llevan una cámara gigante colgada en el pecho. Otros de menos altura, tienen los ojos casi cerrados pero de muy buena visión. También asoma el circular volumen, estéticamente afeitado, de traje azul cielo y corbata, con zapatos recién lustrados, sus ojos buscan las cinco estrellas del hotel; su brazo concatenado con el de una mujer de vestido largo con sobrero casi del tamaño de un techo de una casa maya. Al parecer todas las inaugurales miradas viajeras buscan el paisaje biocultural del Puuc que forma parte del paquete por el que pagaron; indios embijados con flechas alrededor de un mamut a punto de cazarlo y ofrecer su sangre a sus dioses; cenotes y lagunas de siete colores, pueblos mágicos, selva con pavos, monos y jaguar. Nada de esto ven en una ex plancha llena de turistas locales que turistean con sus celulares a los turistas extraños.
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
El segundo vagón no se abrió en esta estación, está reservado para las ciudades recién creadas en Calakmul de 50 mil personas, ese es su destino, está lleno, muy lleno de plásticos en forma de caballitos, serpientes, super héroes y la multitud de juguetes imaginables e inimaginables con la siguiente lectura en su etiqueta, made in China. Este vagón es una plaza comercial donde el primer aparador es de artesanías mayas fabricadas en China, igual que guayaberas, pantalón y camisa de manta para los indios permitidos, cintas rojas, espejos, paliacates, alpargatas, leña, incienso, incensarios, aretes, pulseras, manual de invocaciones en maya, máscaras, medallas de jade, caracoles, conchas, tambores, plumas, silbatos, tabaco, peyote, opio, mariguana y hasta la virgen de Guadalupe. Con la laguna de Bacalar como fondo, se abre este vagón y un historiador intercultural con lentes de fondo de botella, redacta la crónica de Tiburcio, Filiberto y Magui que levantan el bastón de mando para dar inicio a la construcción de la logística del ritual del fuego nuevo, en este caso, el tren nuevo, que abre su segundo vagón para proveer todos los elementos para el ritual que lleva como etiqueta made in China. Es una gran celebración envuelta por el humo de tabaco, peyote, mariguana y algo más, después de todo, la laguna de siete colores se encarga de lavar aunque termine con un hipil café con un olor indescifrable.
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
El tercer vagón lleva como encabezado, Espectáculo, han tenido mucho cuidado con el acento para que sea respetable. En esta nave van las señoritas, los caballeros, los señores de los giros que han sido señalados por Lidia Cacho como promotores de pornografía infantil y trata de blancas. En realidad lo único que se proponen es formar y controlar un tipo de turismo que la pasa bien en los centros de prostitución que abundan en las ciudades formadas ad hoc por el tren malla. En cada amanecer hay por lo menos tres muertos que la prensa nunca llega a conocer y algunas que la conocen, cobran, no por lo que publican, sino por lo que callan a pesar de que su agitada jornada sea maya. La Guardia Nacional tampoco se entera, es por su uniforme que forma parte del turismo verde. Las noches de vagón son de música, chacota, baile, bebida, sexo, table, cigarro, cocaína y dos o tres muertos al amanecer que la policía no llega a conocer. Los antiguos pueblos mayas que otrora se enteraban de esta fantasía por la televisión, hoy se esconden como conejos desesperados buscando su madriguera en un terreno que antes fue su territorio, pero a día de hoy es controlado por una FIBRA asociada con este desarrollo democrático que les prometieron en la consulta indígena que por cierto fue previa, informada, libre, culturalmente adecuada y de buena fe que organizó el INPI y les hizo creer que son sujetos de derecho. En las que fueron comunidades mayas, las drogas convirtieron las calles en tianguis de cocaína, en hileras de moteles, en negocios de esparcimiento sexual. Nadie habla maya, nadie habla de los ritos mayas, a nadie se le antoja hacer milpa donde el escaso empleo está en la prostitución que llaman camarera.
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
El cuarto vagón es el de carga, así dice en su frente, yo creí que estaba lleno aguacates, mamey, saramuyo, melón, yuca, camote, makal, limones, naranja y todo lo demás que se produce en Oxkutzcab, o con el maíz, frijol, ibes, espelón, chile y calabazas que cosechan los campesinos de la Península, pues no. Efectivamente es de carga pero estaba lleno de bultos de cemento, de bloques, de polvo, de vigas, cabillas y estructuras industriales destinadas a las nuevas colonias o fraccionamientos que la empresa inmobiliaria construye como parte del proyecto del tren. Había también otros productos como el vino, la cerveza y el tequila. También está lleno de coca cola, pepsi cola y otros productos embotellados. Entre la multitud de mercancías se ven paneles rojos y amarillos con letras que dicen oxxo. Un cazador sin éxito, camina derrotado sobre la vía de tren que pasa cerca de su comunidad, encontró una xtakay arrollada, una chachalaca descabezada, un oso hormiguero aplastado, un tejón sin piernas y unos zopilotes muertos por heridas ocasionadas por impactos; en voz alta se dirigió a sus dioses así, ja’alibe’ Yuum Iik’ táan u xu’ulsa’al ti’ a waalak’e’ex tumen le peel u na’ k’aasil ba’al pot u puksi’ik’al le k lu’umila’. *
Antigua estación del tren en Izamal/Foto: Haizel de la Cruz
En el quinto vagón no supe lo que había, estaba cerrado herméticamente, vi cómo muchos jóvenes, hijos de los mayas que se hicieron socios de la FIBRA subían al techo de este tren para tratar de llegar al istmo y encontrarse con la primera bestia. La cochinita, las tortas y los jugos del programa “el tren que nos une” se había acabado; la tierra y sus aguas reciben toneladas de desechos, el territorio es de la inseguridad y la cultura de la muerte. Mis ojos estaban humedecidos, al cerrarlos para contenerlos, el pitido de una lechuza me rescató de este sueño.
* Señor viento, están acabando con tus animales por este maldito monstruo que ha perforado el corazón de nuestro territorio.